Ahora existen multitud de lugares para escuchar rock en todas la ciudades y pueblos de México,
aunque no los suficientes, o están copados por la música grupera, las baladas o las cumbias degeneradas. Por la década de los sesenta en la Ciudad de México y periferia existieron los llamados cafés cantantes, en donde se
podía escuchar la música en vivo y a todo color.
Eran los lugares donde trabajaban los grupos, donde algunos hacían covers en español,
y por otro lado, conjuntos haciendo covers en inglés y algunas composiciones propias.
Teróricamente sólo se consumían refrescos, cafés y naranjadas, sin que faltaran los consumos
clandestinos, pero en términos generales el público era bastante "fresa" o cuadrado.
Ruser, Chamonix, Sótano, Schiafarelo, Pao Pao, Millet, Colo Colo, Ribbeau, La Faceta, Ula Ula,
Quid Novick, Up D Lup, La Rana Sabia, La Telaraña, Punto y Fuga, El Coyote, El Ego, Memphis, Chaquiris, La Rue, Yeah Yeah,
la Cigarra, La Fusa, Lovel, Barrio Latino, Dar es Salam, Ariel, Rosseli, Trip, Harlem, A Plein Soleil, Le Chapeau Melon y
hasta el Walrus y la Tortuga en Naucalpan, fueron los heroicos cafés cantantes que resistieron a Ernesto P. Uruchurtu, el
Regente de Hierro (en la fotografía) y demás autoridades que los siguieron.
Las extorsiones a los dueños, las razzias (redadas) a los jóvenes, el maltrato a los
músicos, fueron alguna de las causas de los cierres.
Cabe aclarar que Uruchurtu no solo terminó con los cafés, sino que también destruyó la vida
nocturna de la Ciudad de México, problema que sigue hasta nuestros días en gran medida.
Algunos antros funcionaron para el rock como el Champagne a Go Go, Los Globos y el Terrazza
Casino (antes del incendio, por supuesto) donde Javier Batiz era el amo, e incluso bares de hoteles y discotecas como el Veranda,
la Pinta, la Jirafa, el 2+2 y otros.
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