La represión que se desató en contra de los músicos fue terrible (aunque siempre ha habido
muchos obstáculos para el desarrollo del rock mexicano), y es en la última parte del siglo XX, cuando normalizaron las condiciones
para el desarrollo del rock. Ahora hay conciertos de gran calidad en el Foro Sol, Auditorio Nacional, Palacio de los Deportes,
cine Metropolitan y multitud de lugares, tan solo en la Ciudad de México. Incluso hasta los gobiernos locales y federal organizan
tocadas. Según Fernando Aceves, entre 1991 y 1992 se realizaron más conciertos masivos de rock internacional, que en los anteriores
¡20 años! Que lejanos quedan los años de corretizas y golpes en el estadio de la Ciudad de los Deportes y el Toreo
en el D.F., en Pachuca, Querétaro, Morelos o Puebla. Esto desde la óptica del Distrito Federal, faltaría documentar las historias
en Tijuana y Guadalajara, además de las otras ciudades donde los rockeros padecieron y fenecieron.
Los organizadores, como Armando Molina (encargado de la contratación de los grupos) fueron acusados
de lo peor que uno se pueda imaginar. El video tomado por Telesistema Mexicano (hoy Televisa) gracias a Luis del Llano Macías,
sigue enlatado por algún lugar de México y si todavía existe, es un documento extraordinario a rescatar. Guardando las proporciones,
si se abrieron los archivos del 68, no sería descabellado pedir que se abrieran y desenlataran los documentos de Avándaro.
Volviendo a la represión desatada, la radio y la TV dejaron programar este tipo de música, los
locales para tocar fueron cerrados y muchos de los grupos tronaron y sus integrantes se dedicaron a otras labores. Hasta los
locutores que transmitieron el festival, Félix Ruano y Agustín Meza de la Peña de XERPM, Radio Juventud, fueron suspendidos
por dos meses por instrucciones de la Secretaría de Gobernación, y desapareció de la radio todo lo que oliera y sonara al
Festival de Avándaro y anexas. Se creo un gran vacío del rock mexicano en todos los ámbitos, la clase media y alta dejó de
oir a la producción nacional, refugiándose en el rock en inglés, en el mejor de los casos, o en la música Disco, cuyo auge
se inició.
Y lo peor de todo, es que se creo una gran brecha de calidad musical entre la generación perdida
y las que le siguieron. No se pudo acumular capital musical y muchos de los nuevos grupos empezaron casi de cero. Si se comparan
composiciones de 1960-1965 con las de la década de los setenta, se encuentra un gran avance en arreglos, calidad musical,
sonoridad y originalidad en las letras, en cambio canciones de décadas posteriores suenan más primitivas e incluso mal tocadas.
Hoy en día se cree que Avándaro fue sólamente el Three Souls in my Mind y la Encuerada. Pero
es mucho más que eso. El punto de no retorno sucedió en el Festival de Rock y Ruedas de Avándaro
y lo recuerda Javier Bátiz 30 años después:
"- Estaba en mi limusina muy feliz esperando entrar, Y nomás oí lo que dijo este cuate
(el cantante de Peace and Love) y 'click' se fue el radio y se fue el rock and roll para siempre del radio"
¿Qué fue lo que escuchó Bátiz?
"¡¡¡¡CHINGUE A SU MADRE EL QUE NO CANTE!!!!"
Y después vino la avalancha de sesudos artículos de las plumas de los diversos diarios de México
(El Sol de México, Novedades, Excelsior, El Universal y El Heraldo, el periódico joven), la revista Siempre! y las revistas
de escándalos como Alarma, Alerta y Por qué? (ésta última dizque de izquierda). Degenerados, reaccionarios, promiscuos,
pachecos, motorolos, exhibicionistas, mugrosos, imperialistas, jipitecas, traidores a la patria y demás lindezas fueron los
calificativos a los jóvenes asistentes al festival y obviamente a los músicos.
En general el comportamiento fue bueno (dentro de los parámetros de un festival de rock masivo)
y hubo trago, mota, sexo, pero sin salpicar a nadie. Entre los escritores tenemos a Roberto Blanco Moheno, Alberto Domingo,
Horacio Espinoza, Guadalupe Hernández, Mauricio González de la Garza y Carlos Monsivais (el cual posteriormente cambio de
opinión) y otros más de los cuales ya nadie recuerda, por fortuna.
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